UNA RELACIÓN SIMBIÓTICA ENTRE LA UNIÓN EUROPEA Y LAS ENTIDADES SUBESTATALES

Óscar Moreno Corchete

Personal Investigador en Formación (FPU), Área de Derecho Constitucional y Centro de Investigación para la Gobernanza Global, Universidad de Salamanca

Martes, 1 Junio, 2021

Cualquier territorio donde se ejerce el poder político está obligado a crear un sentido de pertenencia en su ciudadanía. Este sentido ciudadano de pertenencia, llamado identidad, permite que el orden político presente en dicho territorio adquiera legitimidad. Gracias a ella, tal orden político asegura su propia existencia debido a que la ciudadanía acepta su presencia y las decisiones tomadas por sus autoridades. La Unión Europea (en adelante, UE) también persigue este objetivo: crear una identidad basada en una cultura común y en los resultados de su actividad política. De hecho, la identidad europea, un concepto conectado con la UE ya que se trata del principal actor político a escala continental, se encuentra en el centro del debate dado que su debilidad fundamenta los problemas que atraviesa la UE e, incluso, las crisis que cuestionan su razón de ser a lo largo de las últimas décadas, desde el rechazo del Tratado por el que se establece una Constitución para Europea hasta el abandono de la organización por parte de Reino Unido. Entre las causas que explican la mencionada debilidad de la identidad europea, cabe enumerar las siguientes. Primera, la ausencia de objetivos claros en torno al proyecto de integración europea. Segunda, la composición de la UE y, en particular, su grado de amplitud y diversidad territorial, en especial desde las ampliaciones efectuadas en el presente siglo. Tercera, el déficit democrático que sufren las instituciones de la UE porque la elección de los miembros del Parlamento Europeo constituye la única elección directa que se celebra. Cuarta, la presencia de otras identidades territoriales, estatales y subestatales, con las que la identidad europea debe convivir. Quinta, la distancia entre la UE y la ciudadanía que le proporciona legitimidad. Centrando el presente post en esta última causa, se plantea la siguiente pregunta: ¿cómo se puede minimizar la distancia entre la UE y su ciudadanía? Para responder a ella, se describe una propuesta destinada a establecer una relación simbiótica entre la UE y las entidades subestatales, tanto regionales como locales. A pesar de ello, con carácter previo, conviene abordar la influencia de la integración europea en dichas entidades subestatales.   El derecho de las entidades subestatales a participar en los asuntos de la UE El funcionamiento de la UE se basa en el ejercicio de competencias o de poder que, hasta la integración en esta organización supranacional, correspondía a los Estados centrales o, en caso de existir, a las entidades subestatales. Así, emerge un proceso de recentralización que reduce la capacidad de acción estatal y subestatal. No obstante, el derecho a participar en los asuntos de la UE no deriva únicamente del poder socavado, sino también del poder que los niveles estatal y subestatal de gobierno todavía ejercen y que, en un contexto de globalización, han de desarrollar dentro y fuera de sus propias fronteras territoriales. En el caso de las entidades subestatales, el derecho a participar en los asuntos de la UE debería materializarse mediante dos vías. Por un lado, la participación en la formación de la voluntad estatal que se manifiesta ante la UE, una vía cuya garantía depende de cada arreglo estatal en materia de descentralización territorial del poder político. Por otro lado, la participación directa en el entramado organizativo de la UE. El único mecanismo institucionalizado a la hora de asegurar la mencionada participación directa de las entidades subestatales en el entramado organizativo de la UE es el Comité Europeo de las Regiones. Sin embargo, dos de sus aspectos definitorios neutralizan la participación subestatal. En primer término, el Comité desempeña funciones de carácter consultivo. A pesar de ello, cuenta con legitimación activa para iniciar un proceso ante el Tribunal de Justicia de la UE y con cierta presencia en las fases del proceso legislativo europeo. En segundo término, el Comité dispone de una composición heterogénea. En su interior, se hallan representadas unidades regionales y locales y, en todo caso, poderes territoriales con una naturaleza dispar, un hecho motivado por las ya referidas diferencias en los modelos estatales de organización territorial. En conclusión, el Comité se asemeja a cualquier asociación de entidades subestatales porque, básicamente, permite establecer contactos y redes de cooperación informal, comentar las decisiones adoptadas por el resto de instituciones de la UE y desempeñar el lobbying territorial, una práctica que también se puede desarrollar, de forma individual, a través de otros cauces.   Poder político vs. proximidad a la ciudadanía   Diagrama del autor.   En el marco del contexto expuesto hasta el momento, se propone establecer una relación simbiótica entre la UE y las entidades subestatales de sus Estados miembros debido a que, mientras que el nivel europeo de gobierno dispone de poder político, los niveles regional y local de gobierno se caracterizan por la proximidad a la ciudadanía. Para lograr esta simbiosis, la UE debe hallar, dentro de su propia estructura institucional, un mejor acomodo para las entidades subestatales. De esta forma, un Comité Europeo de las Regiones, o un órgano similar, efectivo a la hora de defender y promover los intereses subestatales en el ámbito de la UE posibilitaría que las entidades subestatales materialicen una de las vías que asegura su derecho a participar en los asuntos de la UE y, en definitiva, incrementen su cuota de poder al contribuir a la toma europea de decisiones. Por tanto, como sucede en cualquier modelo de organización territorial del Estado, resulta necesario recurrir a las relaciones de inordinación para articular la gobernanza multinivel, paliar la pérdida de poder que padecen los niveles territoriales inferiores de gobierno e integrar a dichos estratos en el nivel territorial superior de gobierno. Por su parte, la propia UE también se beneficiaría del mejor acomodo institucional de las entidades subestatales. De este modo, las mismas acercarían a la ciudadanía las políticas de la UE, aprovechando su función de ejecución del Derecho y las políticas comunitarias y su capacidad para la gestión de los propios intereses, y, al mismo tiempo, trasladarían a la UE las demandas de la ciudadanía, empleando los mecanismos de democracia directa con los que cuentan y las vías para materializar su participación en los asuntos de la UE. Por tanto, las entidades subestatales se pueden convertir en herramientas poderosas para aproximar la UE a su ciudadanía, fortalecer la identidad europea y transferir la legitimidad de la ciudadanía a la UE, asegurando así la permanente existencia de esta organización supranacional. En la actualidad, los fenómenos de descentralización territorial del poder político y de globalización e integración supranacional implican la presencia de dos fuerzas: la defensa del localismo y el avance del globalismo. Teóricamente, se trata de fuerzas antagónicas, pero, en la práctica, pueden reforzarse mutuamente. Bajo esta coyuntura, el potencial de las entidades subestatales para contribuir a fortalecer la identidad europea permanece sin explorar. En cualquier caso, para construir una identidad europea fuerte por medio del vehículo que constituyen las entidades subestatales, la UE ha de dejar de comportarse como una unión de Estados para, potenciando sus instrumentos intergubernamentales, abrazar a dichas entidades subestatales.   En colaboración con Eurac Research - Institute for comparative federalism
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