¿UNA FRANCIA DE DERECHAS QUE VOTA A LA IZQUIERDA?

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Rafa Martínez
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración, Universidad de Barcelona

En la década de los setenta del siglo XX se hizo famosa en Francia una obra titulada “Una Francia de izquierdas que vota a la derecha”.  Era el momento en el que el partido comunista, en aquella época principal partido en la izquierda, y el partido socialista pactaron en 1974 el programa común de la izquierda que anunciaron que aplicarían en un gobierno de coalición una vez que ganasen las elecciones parlamentarias de 1978. Sorprendentemente, en la segunda vuelta de esas elecciones el PSF fue la fuerza política más votada, pero tanto la Reagrupación para la República como la Unión para la Democracia le superaron en escaños.  La izquierda francesa hubo de esperar hasta las presidenciales de 1981 para que François Mitterrand ganase las presidenciales y tras las subsiguientes parlamentarias se articulase ese gobierno de coalición -que por lo demás permaneció activo escasos meses por desavenencias entre los miembros de la coalición.

En las elecciones parlamentarias de hace escasas fechas Reagrupación Nacional RN -antiguo Frente Nacional - junto con sus aliados (UxD)- han sido la coalición política que ha recabado mayor porcentaje de voto tanto en primera (31,15%) como en segunda vuelta (37,05%); sin embargo, han quedado lejos de los anhelados 289 escaños que conforman la mayoría absoluta en una asamblea de 577 diputados, y han sido, en el cómputo final, terceros, por detrás del Nuevo Frente Popular (NFP) -socialistas, ecologistas, comunistas y populistas de extrema izquierda- y Ensemble -coalición que aglutina las diversas fuerzas políticas de apoyo al presidente Macron.  Pese a la derrota, no todo han sido malas noticias para la extrema derecha francesa.  Así, ha pasado de 8 diputados en 2017 y 89 en 2022, a 143 en 2024.  Por otro lado, únicamente ellos y la mayoría presidencial han crecido en el porcentaje de voto obtenido entre vueltas -5,9 y 3,26 puntos respectivamente.  

Son muchos ya los análisis publicados al respecto mostrando euforia por lo que para Francia y para la UE suponen de positivo estos resultados, alabando el freno que exitosamente se ha articulado contra la extrema derecha, o anunciando el final de la carrera política de Bardella. Sin embargo, creo que todavía se puede hacer alguna reflexión sobre qué explica este acontecimiento -ganar las elecciones en votos en las dos vueltas, ser la coalición que obtuvo más de la mitad de los escaños ya asignados en primera vuelta y, pese a todo, quedar tercera en el cómputo final, a cuarenta escaños del vencedor - y también quiero dejar constancia de un par de preguntas que sorprendentemente no nos hacemos y, por consiguiente, no afrontamos nunca la raíz de algunos problemas. 

El sistema electoral francés para las elecciones parlamentarias establece 577 circunscripciones uninominales en las que, en primera vuelta, obtiene el escaño el candidato que alcance la mayoría absoluta de los votos siempre que estos supongan, al menos, el 25% de los inscritos. Si nadie lo consigue, se elegirá al más votado en una segunda jornada de votación en la que competirán todos aquellos que hayan obtenido más del 12,5% de los inscritos en primera vuelta -lo que en francés se denomina: être en ballotage.  Suelen ser muy pocas las circunscripciones resueltas en primera votación -han sido 71 en estas elecciones, de las cuales RN obtuvo 37 y UxD 1.  Ello aboca a enfrentamientos entre 3 ó 4 candidatos en la segunda jornada de votación. No obstante, no han sido extraños los desistimientos entre vueltas de candidatos que habían superado el ballotage en favor de candidatos mejor posicionados de su bloque ideológico; es decir los candidatos gaullistas y de centro derecha podían retirarse en beneficio mutuo y lo mismo acontecía entre los candidatos socialistas y comunistas; fenómeno éste denominado: disciplina republicana.  Es decir, Francia se manejaba con un sistema multipartidista de enfrentamiento bipolar y, normalmente, en la segunda vuelta se enfrentaba, en cada circunscripción, un candidato de la derecha frente a otro de la izquierda.  Tantos años de experiencia demostraron que las transferencias de voto desde los extremos de cada polo ideológico a su centro eran sencillas; pero en cambio, los votantes eran más remisos, dentro de su polo ideológico, desde sus centros a apoyar a candidatos ubicados más al extremo.  En definitiva, el sistema de doble vuelta es un sistema que beneficia especialmente a los ‘centros de las familias de preferencias’ pues prácticamente nadie obtiene el escaño únicamente con los votos de tus simpatizantes en primera votación.  Se hace imprescindible recabar nuevos votantes en segunda vuelta si se quiere alcanzar la victoria, y, por ello, las ubicaciones centrales salían favorecidas.  No obstante, todo este sistema se desmontó en 2017 cuando ni los gaullistas, ni los socialistas eran ya los grupos mayoritarios de los polos ideológicos de la derecha y la izquierda.  Es más, esos referentes saltaron por los aires, se articuló un nuevo sistema de partidos y las retiradas en favor del candidato ideológicamente más próximo dejaron de ser algo consustancial al sistema electoral.

En cambio, si analizamos la votación desarrollada el 7 de julio en Francia pese a que serían (¿eran?) esperables muchísimos enfrentamientos de tres o cuatro candidatos entre los 506 escaños pendientes por decidir, sólo ha habido 89 enfrentamientos triangulares y, únicamente, 2 cuadrangulares. Es decir, en 415 circunscripciones la disputa por el escaño ha sido un duelo.  De ellos, en el 81% de los casos se enfrentaba un candidato de RN contra un candidato del NFP, otra izquierda, Ensemble o Los Republicanos (LR).  En definitiva, el 77% de los candidatos de RN que han alcanzado la segunda vuelta han tenido que enfrentarse a un único candidato: 149 casos de enfrentamiento entre RN y NFP, 134 de duelo Ensemble vs. RN, 45 de LR vs RN y 10 de otras izquierdas vs. RN.  ¿Por qué?  Pues porque se activó un llamado ‘cordón sanitario’ en virtud del cual los candidatos peor posicionados de cualquier fuerza política se retiraban en favor del candidato mejor posicionado y que no fuera de extrema derecha. Ya no se trataba de la tradicional disciplina republicana, podríamos denominarlo “Unión de Republicanos por la Democracia”.  Así se les ha hecho saber a sus votantes, y se les ha pedido que voten bajo esa consigna. De esa manera, el candidato de RN, aunque fuera el que mejor resultado obtuvo en la primera vuelta, acometía una segunda vuelta en la que prácticamente no tenía posibilidad de recoger votos adicionales y se enfrentaba a un candidato, fuera éste del partido que fuera, que potencialmente podía recoger votos de todo el resto del espectro político.  Esto, también explica la bajada de votos de NFP entre la primera y la segunda vuelta y la subida de Ensemble. No en vano, NFP se retiró en 130 circunscripciones en favor de un candidato del entorno de Macron y sólo 70 candidatos de Ensemble se retiraron, en virtud de este pacto, en beneficio del candidato del NFP.  Esa estrategia de ‘Todos contra RN’ ha sido exitosa en tanto en cuanto se pretendía frenar el ascenso de RN y evitar un triunfo que le diera acceso al Palacio de Matignon. Sin embargo, a diferencia del tradicional desistimiento republicano intrabloques -que no dejaba de suponer para el votante más que un voto estratégico a un candidato de tu mismo polo ideológico-, el desistimiento de esta ocasión ha forzado la volatilidad entrebloques; es decir, que los votantes hayan tenido que, aplicando la teoría del mal menor, votar a candidatos tan alejados de su espectro ideológico que, en circunstancias ‘normales’ nunca les habrían votado.  Lo cual supone que bastantes de los elegidos lo han sido para frenar a la extrema derecha; pero no para que pongan en práctica su programa electoral y por ahí pueden surgir no pocos problemas.  Las mayorías negativas –contraalgo o contraalguien- son muy fáciles de generar, casi todos los nuevos movimientos sociales se construyen así.  Lo complicado es, desde esas mayorías ‘anti’, intentar construir nada.  Cuando se pretende, aflora la enorme divergencia de criterios que existen entre aquellos a los que únicamente les une un propósito.  Son por ello enormes las dificultades que se le abren a la que he venido en denominar “Unión de Republicanos por la Democracia” y, por lo tanto, a Francia, y subsecuentemente, a la Unión Europea.

Al margen de la explicación técnica de lo que ha ocurrido y la enfatización de que el voto prestado no es voto propio hay, a mi entender, un par de preguntas pendientes que Francia debe formularse e intentar resolver si quiere salir del atolladero en el que está inserta: ¿Por qué, desde 2017, el sistema tradicional de partidos está desmantelado y un importante porcentaje de los franceses encuentran acomodo en partidos populistas (Rassamblement Nationale y La France Insoumise)? ¿Por qué el presidente Macrón adelantó elecciones?

Tal y como he advertido, Francia ha funcionado, desde la activación de la Vª República, con un sistema multipartidista bipolar en donde derecha e izquierda eran dos bloques reconocibles por toda la ciudadanía y en los que los diferentes competidores de cada bloque disputaban con el resto la primacía de su espectro.  Normalmente, eran los centros de las familias de preferencias los vencedores, y ello generaba dinámicas centrípetas que facilitaban pactos. Hoy, podemos, seguramente, seguir hablando de derecha e izquierda, pero la dinámica sociopolítica es centrífuga y son los extremos de las familias de preferencias los que triunfan.  Partidos que acostumbran a diagnosticar de modo certero respecto de las principales preocupaciones del electorado; pero lejos de las soluciones complejas que estos requieren, dada su multiplicidad de aristas, ofrecen simplezas argumentativas irrealizables, o de desastrosas consecuencias, la mayoría de las ocasiones. Ese populismo, que no sólo triunfa en Francia, sino en toda Europa, es, sin lugar a dudas, uno de los peores problemas que asolan a las democracias europeas.  Descrédito de la clase política, polarización afectiva, desaparición del rigor informativo, reaccionarismo, xenofobia, abuso de poder, debilidad de los derechos fundamentales son sólo algunos de los problemas que acostumbran a acompañar a todos los populismos.  Sólo si los grandes partidos son capaces de volver a seducir a los ciudadanos con políticos de talla y con políticas que hagan mejor la vida de todos hay alguna esperanza.  No parece que ese sea el resultado de las recientes elecciones francesas.

Respecto de la segunda pregunta, todo parece indicar que el presidente Macron creyó, en algún momento, que el mejor descrédito posible para los partidos populistas es concederles el poder.  Lo iban a hacer tan mal y él desde la Presidencia de la República iba a tener que deshacer sus entuertos tantas veces que, de cara a las siguientes presidenciales, él renovaría y RN quedaría sumido en el descrédito de la profunda ineficacia de todas sus propuestas.  Sinceramente, yo nunca me plantearía como solución ‘jugar con fuego’ porque seguro que terminas quemándote.  Creo más sensato preguntarme qué ha provocado que esa mayoría social, antes gaullista o socialista, ahora se haya desplazado a los extremos. Algo habrá hecho mal la tradicional clase política y algo deberán recomponer.  Hasta que ello ocurra vamos a ver a una Francia demasiado cerca del colapso político.

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